Lo urgente prevalece sobre lo importante. Nada ni nadie está a salvo de la dinámica de lo inmediato que nos propone la sociedad de nuestros días. En ese marco, ¿cómo podría competir algo tan lejano y muchas veces ajeno como la Seguridad Social frente a la violencia cotidiana, el mundial de fútbol, la vuelta o no de Tinelli y el interminable suplicio de las cuentas y las cuotas? ¿Cómo podría competir con otros problemas importantes, cotidianos y estructurales, que demandan nuestra intervención permanentemente: la educación de los hijos, la salud, la vivienda, el trabajo, la pareja, etc, etc, etc.