¿Qué me importa a mí la Caja de Profesionales?

¿Qué me importa a mí la Caja de Profesionales? Foto: Guzmán Queirolo

Lo urgente prevalece sobre lo importante. Nada ni nadie está a salvo de la dinámica de lo inmediato que nos propone la sociedad de nuestros días. En ese marco, ¿cómo podría competir algo tan lejano y muchas veces ajeno como la Seguridad Social frente a la violencia cotidiana, el mundial de fútbol, la vuelta o no de Tinelli y el interminable suplicio de las cuentas y las cuotas? ¿Cómo podría competir con otros problemas importantes, cotidianos y estructurales, que demandan nuestra intervención permanentemente: la educación de los hijos, la salud, la vivienda, el trabajo, la pareja, etc, etc, etc.

 

En el contexto de la realidad de todos los días la Seguridad Social aparece como un asunto inútil, postergable, incluso porque aquellos derechos de los que gozamos como parte de la Seguridad Social, están tan asumidos e incorporados entre lo que debe ser, que es difícil ubicarlos como una conquista por la que hubo (y hay ahora) que luchar. No tendrán valor hasta que falten.

Y vos dirás: ¿qué tiene que ver esto con la Caja de Profesionales? El punto es -justamente- que en un marco social que ni siquiera admite la reforma (no la eliminación) del sistema mixto, siendo hoy evidente, que no favorece ni al trabajador ni a la sociedad en su conjunto, parece poco factible que la agenda pública dedique un espacio para ocuparse de una organización que nació para el privilegio de los sectores acomodados. Esto, evidentemente, hace de la Caja, un organismo débil, vulnerable al intento de desmantelamiento que se viene anunciando y denunciando desde hace tiempo.

Sincerémonos: fuera de sus jubilados, sus trabajadores y algún grupo con intereses corporativos, cualquier otro lector de estas líneas podría estar planteándose “¿qué me importa a mi la Caja de Profesionales?”.

Sin embargo -esperemos que hayas sostenido la lectura hasta este punto- la Caja de Profesionales también la financiás vos. Sí, vos, por ejemplo, a través del Timbre Profesional que pagás cuando vas al médico. Y cuidado, esto no es apelar al bolsillismo como mecanismo para despertar conciencia, simplemente es la comprobación fehaciente de que la Caja de Profesionales es parte de un sistema de Seguridad Social del que todos, profesionales o no, somos parte.

Hoy, a través del SMU, los médicos, que son el colectivo profesional más grande y seguramente más poderoso del país, intentan transformar la Caja de Profesionales, no en beneficio de la universalidad, ni de la igualdad, sino -muy factiblemente- movidos por intereses puramente corporativos. Intentan cumplir un viejo proyecto, el de la Caja propia, llevándose consigo por lo menos parte del cuantioso patrimonio de la CJPPU. En eso han estado y esa parece ser la única razón razonable -valga la porfiada redundancia- para pregonar una crisis inexistente y desarrollar un tan extenso como inútil conflicto con sus trabajadores.

Los números de la Caja son enormes: tanto su patrimonio como sus ingresos por aportes directos e indirectos. Y en el marco de desidia reinante, de desprecio generalizado por lo público -olvidando que lo público es también una forma de lo colectivo- la Caja se ofrece como un festín al que se accede con solamente 2.000 votos; y con menos también.

¿Qué nos queda por hacer? ¿Qué nos corresponde hacer? Esa es la cuestión. Y la receta es la que nos dicta nuestra historia: organización, unidad y lucha. Se hace imprescindible contrastar el relato oficial que ahora se nos intenta vender omitiendo adrede el papel que la ayuda mutua, el compañerismo, la fraternidad, han tenido en el desarrollo de una sociedad más justa. Se insiste en que la mejor manera de resolver los problemas sociales, es mercantilizar lo inmercantilizable. Negando, en última instancia, los valores y la visión que alimentaron la creación de instrumentos de acción social como la propia Caja.

Afortunadamente, nuestra propuesta no necesita ni admite discusión: Seguridad Social, universal, solidaria y sin lucro, desde la obvia convicción de que todos somos iguales (o deberíamos serlo) ante el desempleo, la enfermedad, el retiro, el nacimiento y la muerte.